La noche aquella termino sin besos en los labios
no fue mi deseo… a lo mejor fue lo mejor
dejar lagrimas en los ojos, dejar en pausa, un hasta luego
propiciar así la esperanza de un nuevo encuentro,
un nuevo comienzo sin terminar de creerlo.
Y esa noche hubo confesiones que borraron tiempos
prefiriendo quebrar mascaras de hierro y moral
de las que fastidian, intrusas insoportables de cargar
aunque fáciles de desaparecer con intercambios de miradas.
Esa noche… luces nos cegaron, risas perturbaron
llaves en las manos y vasos de veneno
convencidos de fotografiar el momento
pidiendo no hablar de la luna.
Profundos análisis de vidas que abrigan un deseo
entre brillos de ojos sin confianza por heridas tiranas
que niegan y rumoran desvelos apresurados
que convierten desconciertos en suicidas confesiones.
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