domingo, 5 de abril de 2009

20 Momentos...

¿Fueron veinte? ¿Estas segura? parecían más…
malo lo de los números cuando se respira locura,
se acaba recordando principio y final de historias…
y las lagunas mentales mas ajenas del mundo,
se guardan con sonrisa picara debajo de la manga.

¿Cuántas veces se apago la luz?
¿Fueron veinte? Me niego a creerte por más que rías,
importo no obstante el antes y el después del beso,
y las manchas que persisten escondidas en el interior
esas huellas testigas de la repentina pregunta del ¿Por qué no?

Formas de morir...

Morir…
Con el agua hasta el cuello intentando llegar a tu orilla,
gritando adicciones en la calle hacia el vacío,
deambulando en el amanecer mientras te desnudas nuevamente,
caminando a tu izquierda por la orilla del planeta…

Morir…
Escribiendo metáforas audaces entre rimas tímidas,
vestido por el desamparo de las espinas amargas,
sentado en la frontera entre ritos de ausencia y engaños,
exiliado de las promesas inventadas entre ruegos sumisos…

Morir…
Satisfecho de la pasión por nada, necesitando el todo,
encadenado al faro de la costa inexistente cargada de frío,
dejando de ser el golpe a tu fortuna que sube por tu pierna,
eligiendo la bala que derramara ilusión en trémula amapola…

Morir…
Escuchando tú voz en el mensaje grabado hace 2 lunas,
pretendiendo sentarme al lado de la buena suerte por primera vez,
imaginando el viaje soñado a la ciudad de los deseos concedidos,
atrapando la moneda dorada antes que caiga y se vuelva ceniza.

Morir… entre delirium tremens de drogas veniales,
morir… sin decidir el vientre que cobijara la permanencia,
morir… agazapado con el abrigo negro sobre montañas de miedo,
morir… sucumbiendo vulnerable a los impulsos canallas…

Morir… deseando morir.

Existo...

Penetra las venas y descubre al loco que se cree
entre gente sin rostro una rara excepción
que dobla sus mangas y exige que el mar se evapore
para morirse de ganas por la gota entre el polvo.

El ultimo de la fila que se inventa promesas
porque siempre quiso ser y nunca pudo
que escucha lo que no quiere y ama el silencio
eligiendo ser el vacío sumiso que muerde el grito.

Boca de salvaje depredador que envenena la sangre,
la sangre espesa brotada desde lo más profundo
aquella que ciega, enternece, cabalga, quema,
y adormece desde donde se le quiera ver
desde donde se le pretenda borrar.

Limbo que desaparece al final del horizonte
cuando la línea cruza del fuego al frío
sin nada mas que hacer, sin llorar, sin reír,
sin cansancio, sin nadas ni porqués
perdiendo la locura, apagando el mecanismo.

Vecino del almacén donde son guardadas tus ropas,
tus sabanas, tus ansias…tus predicciones zodiacales
que me vuelven enemigo del futuro que llega altanero
para dar por vulnerable mi boca sellada
desde donde pediré por más, a la vez que suplico perdón.

El tercero de los dos que compitieron por rearmar el mundo
con las cicatrices profundas envidia de mortales
que no saben quien soy, que solo conocen la sombra
ese suicida múltiple de vidas que se compran por medio de sobres
los que brillan entre dinero volviéndose manchas en la mirada.

El que se coló por los arrabales del alma perdida
sin disparar tan solo una frase perfecta
la que sirviera para arrancarte un pelo de tonta
en el delicado momento que ganabas la partida
con los ases manchados, el caramelo en la mesa
y la prisa de no quererte querer entre engaños.

Habla el que percibe un mal sentimiento escondido entre maleza,
Habla…el que escucha la palabra equivocada desde adentro.

Espacios vacios...

Que se te olvide besar, respirar y saber que hay mañana
que no recuerdes quien eres y extrañes como moja la lluvia
que no sepas que es el corazón, tu piel, la palabra… la luna
que ignores a que sabe la manzana prohibida
que desconozcas la muerte y el miedo que provoca encontrártela.

Que no adviertas lo ceñido de tu vestido queriendo caer
que te sientas atada y llores por querer, querer,
que no te libere tu mente inconciente exiliada del dolor
que te preocupes por intentar marcar un rumbo desconocido
que tu sexo te vuelva al jardín del edén para iniciar la vida.

Que a tu alrededor los espacios vacíos sigan estando encantados
que lo inocente continúe dando la sensación de ingenuidad
que todo a kilómetros agonice con susurros incomprensibles
que no te falte saber si tendrás compañero de siesta
que prefieras morir a seguir con el tormento de la razón equivocada.

Codicias....

Correr en sueños y llorar cuando valga la pena,
guardar las fiestas o dejar incompletos crucigramas,
atreverse cuando menos lo esperas
al excederse en urgencias de delicados momentos
en el mano a mano con la vida marcada.

Echar al ángel de la guarda de la alcoba vacía,
pasar en rojo el semáforo de las pupilas negras
quemar las cien sabanas blancas del pecado
sin pedir perdón de rodillas ante hogueras
cuando la palabra cobarde viene de labios sinceros.

Mojar la pólvora mucho antes de la batalla perdida,
pintar de azul el rocío de amaneceres eternos,
armar laberintos con los lunares de tu cuerpo
para recoger los motivos que confiaste a tu amnesia
la que espía entre polvo marchito que es retazo de nada.

Endulzar el veneno confesor de pávidos poetas presumidos,
fotografiar las cicatrices que dibujan esos labios abiertos,
sentir los excesos cada vez que se hunde esta cama
entre perdiciones, maldiciones, confesiones, dudas y certezas
para abreviar el “sin ti” como frase que se vuelve crónica sin sentido.

Deseos puros...

Qué bueno que al caer, el pájaro me sostiene antes de nacer,
que el almidón en la camisa mantiene la arruga que yo no pude,
que la luz cambie de verde a rojo para el descanso justo,
que no contestes el teléfono al interrumpir el ritual del pecado.

Qué bueno que el tiempo perdido se vuelva necesidad de más,
que enero y junio sean puntos de partida de necios intratables,
que las ideas precoces den vida a primeras veces,
que el alivio siempre provenga de daños personales.

Qué bueno que nadie reclame lo extraviado anoche en la cama,
que existan jornadas exhaustas de placer confeso entre sudor,
que los preferidos sean objetos de alquiler de damas,
que merezcan los sinsabores un poco de color.

Qué bueno que nunca me atreva a enviarte mis versos,
que la palabra sea vientre tocado desde el más allá,
que la sonrisa permanente juegue graciosa entre ironías,
que la lisonja no me toque ni a kilómetros la piel.

Qué bueno que me creas mis verdades y agradezcas lo contrario,
que lo utópico vuelva a formar el destino pasajero de ayer,
que la casualidad se aparezca en atracos de lunas menguantes,
que la cara o cruz sea la regla ocupada para escoger.